sábado, 24 de noviembre de 2012

El limonero

Primeras palabras

Pausadamente te fuiste en silencio
Antes del amanecer.
Presente cada día estarás
Ágora de amor es mi alma, donde siempre vivirás.

Verónica Grau.






A la memoria de un gran personaje de Gavà, buen esposo y buen padre, Don Agustín Grau. 



Don Agustín, un hombre de mediana edad, de tenaz temperamento, ancho de espaldas, musculoso, resuelto de ademanes, firme de andadura, de mirada intrépida, ágil caminando, tanto por el llano, por la playa, como por la sierra, era muy querido en Gavà, dado que con dinero y sin dinero en su colmado les daba a los pobres lo que necesitaban en su hogar.

Ese día  había amanecido muy alegre, pues tenía planeado irse a la montaña en busca de un árbol, el más hermoso que encontrara; lo necesitaba para celebrar la Navidad.
Después del desayuno, con su nena por un lado, había ido al establo para echarles su respectiva alfalfa a los caballos, a las vacas y a las ovejas; después  tomó el camino de la sierra de Ponent, en donde, paso a paso, con alguna rama seca tirada por ahí, apaleaba las verdes ramas de las zarzas llenas de agudas uñas que se prendían a su ropa.

Anduvo por allí, luego por allá,  siempre observando a los seductores grupos de abedules, de robles y de pinos,  echándose al cesto espárragos y setas. Con el paso de las horas Don Agustín se volvía intranquilo, pues no encontraba el árbol que en tal ocasión le sirviera de arbolito navideño.
Siguiendo  las múltiples veredas que le salían al paso, cruzándose caprichosamente,  como si de atormentarlo se tratara, las horas se le fueron yendo al día.
Se sentó en el tronco de un roble derribado, se sostuvo el rostro con la mano, preocupado.
-¿Y ahora qué hago? Se ha puesto el sol… ¿regreso a casa? ¡No, imposible! le prometí a mi familia que les llevaría el árbol para adornarlo y celebrar la Navidad, pero no lo encuentro; el que no está desaliñado, o es muy grande o muy pequeño.
Estos tristes pensamientos se habían apoderado de aquel hombre, cuando a lo lejos escuchó una voz; aguzó el oído, y se dio cuenta de que era la de uno de sus hijos.
-¡Papá!  -¡pa... pa... pá…! -Repitió el eco en el talud cercano.
-¿Me escucha... a... a... a... a…?
-¡Que ya no busque... e... e... e...! ¡Que ya encontraron el árbol navideño… o... o... o... o…!
No esperó más nuestro personaje; se paró y se echó a rodar, prácticamente, cerro abajo.
Encontró al joven apoyado en el tronco de un roble.
-¿Qué ocurre, hijo?
-No pregunte y sígame. Lo esperan en casa.
Llegaron. En la puerta estaba una agraciada y linda niña.
-¿Qué pasa, mi pequeña nena?
-Que ya no necesitas buscar en la montaña. En cuanto saliste esta mañana, en el patio se reunieron los árboles del huerto. Querían elegir al que en este año fuera nuestro árbol navideño. Por unanimidad salió electo el limonero. ¿Te das cuenta, mi querido papi? Aún no han terminado de adornarlo; el naranjo es el encargado de las coloridas esferas titilantes, y se ha pasado el día completo en eso, pero con tan mala suerte, que son más las que rompe que las que logra colocar entre las verdes ramas. El granado, por ser el  más viejo y por lo tanto el más sabio,  dirige los trabajos, y mira,  no deja de regañar al naranjo que a las multicolores serpentinas las hace mil pedazos. Por eso las ves que cuelgan enredadas sin orden ni concierto; pero, por fortuna interviene el gentil rosal que los auxilia, poniendo parpadeantes foquitos luminosos, reinando de nuevo la armonía.
-Pero, mi querido papi, entra, que en el patio te espera la familia. Se ha  organizado una singular orquesta. He sabido que todos los animales de la granja darán un concierto de lo más hermoso, pues desean interpretar, si tú lo apruebas, el Capricho Español, de Rimsky-Korsakov. ¡Oh, mira, los músicos se acercan; traen sus instrumentos!
-Pero, ¡qué disparate es éste, mi querida nena! ¿Por qué a la vaca le dieron el violín y a la gallina el contrabajo? ¡Esto es el colmo…! ¡El caballo con la flauta y  el quejumbroso gallo con la tuba!
-Es comprensible papi; los músicos nada más siguieron las instrucciones de la señora directora de la orquesta.
-¿Y quién es esa atrevida directora, si puedes informarme, mi preciosa nena?
-Te lo diré. Pero antes has de prometerme que no vas a enojarte; recuerda que todo se perdona en Navidad.
-Bien, bien, no voy a contrariarme. ¿De quién se trata?
-Mira, papi, ya se acerca, pavoneándose…
-¿Lesca, mi perrita Lesca? ¿Y con la batuta? ¡Por Dios! ¿Sabrá dirigir tal obra?
-Me aseguró que sí; que esto, que lo otro, que si a la hora de la hora no les saliera bien el Capricho Español, la emprenderían con el Niño del Tambor.
-Bien, bien. Pero, ¿dónde está tu mamá?
-En la cocina, papi. Ha elaborado unos dulces muy sabrosos; El roscón de reyes está de rechupete.
-Gracias, nena mía.  Gracias a todos, familia muy querida, me hacéis muy feliz.

Las Navidades pasaron felices entre dulces, música y lo mejor: el amor de la familia. 


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Quiero dar las gracias a Jorge Martínez (Volivar) que muy amablemente me ha dedicado su tiempo, me ha ayudado y participado  en la creación de esta historia/homenaje a mi padre. 



10-11-2012






lunes, 12 de noviembre de 2012

Te extraño

Quiero compartir en mi espacio el regalo de una amiga, Norma Ángela Negra Michelli. Es un precioso poema dedicado a mi padre. Ella ha plasmado en este poema lo que siento ahora mismo y que hoy por hoy  soy incapaz de escribir. Mil gracias, Norma, es un precioso detalle que no olvidaré jamás. 



Padre noble y honesto
Ejemplo de dignidad.
Fuiste un ave, remontando el cielo.
Para no regresar.
Te extraña el sol de la mañana.
Te extraña el día, al despertar.
Te extrañan todos los que te quieren
Pero yo te extraño más. 
Fuiste un pájaro de la pradera.
Revoloteando de aquí y de allá.
Fuiste el abrazo de tu familia. 
Y ahora eres cielo de paz.