Era una noche cerrada, apenas se veía
la luna, aunque no hacía falta su luz, una pareja de enamorados iluminaba la
calle a medida que pasaban. Sus pasos eran lentos, parecían no querer llegar a
ningún lugar, solo permanecer
juntos, mientras una suave y cálida brisa acariciaba sus rostros.
Un beso furtivo y apasionado llenó la calle de colores, los colores del
amor. Después, prosiguieron pausadamente su camino, al llegar a un cruce subieron a un taxi. En el trayecto,
silencio, entre ellos no hacían falta las palabras, sus miradas y sus manos
buscándose tímidamente lo decían todo. Iban deshojando la margarita del amor y todos sus pétalos decían sí.
Eran como dos adolescentes viviendo su primer amor, ese que nunca se olvida y
se vive tan intensamente.
Fue un corto trayecto el que les acercó a su destino y con él llegaba el momento de la despedida. En sus rostros se adivinaban los sentimientos y hasta podían oírse sus pensamientos. Apuesto a que deseaban parar el tiempo, que aquel día no acabara. Nunca se había sentido en aquel modesto taxi tanto amor flotando en el ambiente.
El taxímetro se paró. Un adiós y dos besos rompían aquella nube en la que parecían viajar. Se miraron a los ojos por última vez, bajaron del taxi y emprendieron su camino por separado. Ella, se alejaba con semblante emocionado, alegre y triste a la vez, se giró buscándolo con la mirada, su mano decía adiós pero sus ojos; te amaré por siempre. Él, parado, observándola apretaba los labios mientras la veía alejarse. Se podían sentir el latir de su corazón, y el alborozo de su alma inundada de felicidad.
Fue un corto trayecto el que les acercó a su destino y con él llegaba el momento de la despedida. En sus rostros se adivinaban los sentimientos y hasta podían oírse sus pensamientos. Apuesto a que deseaban parar el tiempo, que aquel día no acabara. Nunca se había sentido en aquel modesto taxi tanto amor flotando en el ambiente.
El taxímetro se paró. Un adiós y dos besos rompían aquella nube en la que parecían viajar. Se miraron a los ojos por última vez, bajaron del taxi y emprendieron su camino por separado. Ella, se alejaba con semblante emocionado, alegre y triste a la vez, se giró buscándolo con la mirada, su mano decía adiós pero sus ojos; te amaré por siempre. Él, parado, observándola apretaba los labios mientras la veía alejarse. Se podían sentir el latir de su corazón, y el alborozo de su alma inundada de felicidad.
Absorto en sus
pensamientos emprendió la marcha; Tengo que pedir el traslado a su residencia.
Ilustración; Gonzalo Torné. |
Inesperado y precioso final, un placer leerte.
ResponderEliminarSaludos.
Hola, Juan. El placer es mío de que te pases por mi blog a leer mis desvaríos. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo.